martes, 14 de agosto de 2012

otro tiempo

el mismo

El año (2002) o MMII)
que pudo haber sido un libro
con doble tapa
nos ha dejado, sin duda,
preguntas, respuestas, sensaciones,
escozores, tristezas, parabienes.

Pero deja, sobre todo,
la sensación de un viaje en el que,
afortunadamente, pudimos ser tener luz
y compañía, aprestos importantes,
decisivos, diría yo,
para recorrer estaciones, posadas.
laberintos, extensiones y cavernas

Quede, pues, como constancia
y referencia, como recuerdo,
como bola de cristal
que contiene nuestros tiempos juntos

como si fueran cartas del juego de la lotería: así de simple, así de contundente

el respeto hacia uno mismo y hacia los demás

la constancia para con los propios principios y para los objetivos compartidos

la autosuficiencia como medio y como fin; para obtener lo necesario, y para lograr metas, deseos, anhelos

la necesidad de compartir

la imperiosidad de ser congruentes sin maltratar al vecino, al compañero, al amigo

el juicio como forma de postular la permanencia en un espacio y una realidad dados

la vehemencia para buscar lo que uno piensa que debe ser

la fortaleza para pedir en otros o que se considera propio

la congruencia como forma de atar lo contingente de lo imaginado con la escueta certeza de lo descubierto

la simplicidad de un boceto y lo complejo de su trazo

el azar como manifestación de inquietudes, titubeos, sinrazones
el empeño en lograr cosas imposibles a partir de figuras geométricas dispares
el trabajo que se realiza en tiempos inverosímiles
el ensueño trastocado por culpa de un cambio de textura en un paisaje
el hilvá que determina la forma que adquirirá el ropaje que utilizaremos para actuar
el golpeteo travieso de una manecilla en una estancia donde privan la noche y el silencio

la calma de un acorde repetido en la orilla de una playa
el encantamiento producido por la lluvia feroz contra la tierra, la madera y la savia; o contra los vidrios, las corazas o el cemento
la música contenida en un rectángulo ocioso que repite los movimientos, las codas, las guarachas que le fueron cincelados en otro momento perdido
el recuerdo de la noche acompañada (aderezada) por el lejano transcurrir de fierro contra fierro del tranvía
la algarabía frente a un aparador luminoso, festivo, inigualable, que llama nuestra atención de cada año en esta época
el eco repetido de las letanías, marcado por las fulguraciones efímeras de las bengalas y la olorosa mezcla al reventar las cáscaras

la velocidad con que se capta un guiño

la fugacidad del viento helado, en oposición a la calidez de la brisa

la construcción interminable de los dias a partir de las minucias de un segundo y los tejidos en un minuto

la contundencia de un límite, marcando cada punto nodal en un terreno de otra manera incierto

la incontestable transparencia de un cristal, aprisionando lo que pudiera considerarse un capricho o un suspiro

la presencia sin dobleces de lo que nos hace débiles 
en los que creemos diáfanos resultados de nuestro esfuerzo

el color deslumbrante de los objetos amados

la textura embriagante de los adjetivos descubiertos

la forma impecable de los acentos

el giro imprevisto de las palabras emitidas

la claridad de cada uno de los argumentos expuestos

la suavidad de los tonos con que se bosqueja un silencio

el entorno musical que puede construirse con la suma de varios ruidos

el fuego abierto después de un chispazo explosivo

la estrella fugaz que nunca presenciamos, pero cuya existencia, de algún modo, cambió la forma de concebir el cielo

el eclipse que en pleno dia nos mostró la ominosa, casi hechiza, oscuridad absoluta, sobrecogedora

la avalancha que vemos desplegarse ante nuestros ojos, desde la butaca, tiene algo de conmovedora similitud con algún sueño




domingo, 6 de mayo de 2012

DERIVAS

Primera vez, la nuestra

en años
que reencontré de otras playas heridas, guardadas en el libro

uno
y mientras tanto, ellos no se preguntan por qué actúas de la manera que lo haces: es igual de decoroso hurgar en esos pasos que en los tuyos: son siembra de la misma voluntad, son artificios de un mismo miedo, sólo que en distinto sueño y en distinta posada: sus actos no te pertenecen aunque sean tan tuyos como tus masturbaciones y tus actos más infantiles: así es su trayectoria: tan igual de origen a la tuya pero tan diferente en la llegada: arrepentida una y terminante la otra: como el andar encadenado a la tortura tan llena de recuerdos y de encantos que se proponen a sí mismos como mascotas de una misma figura literaria: un mismo cometa abigarrado de pedazos de su propia permanencia.

eso es volar,
me dije aquesta vez,
eso es volar y su tratado...


dos

un asunto de tres letras iguales:
La A como letra inicial de un nombre, con sus dos apellidos.  Dejando la estela de lo que como bandera de vida debe haber sido el de la madre de mis amigos.  Entrañable.  Toda.




tres
en el indice encontramos, o reencontramos otros mensajes, otras agarraderas de palabras contrastadas con lo que soy, y creo:

Cineverdad
La Sirena

nombres de poemas que la edición de Islas a la Deriva 1976 contiene y hoy resaltan

palabras para empezar, acaso una disertación o un comentario, de los intereses y los gustos, las referencias regaladas por los amigos, o la realidad funesta de los años que transcurren

miércoles, 2 de mayo de 2012

entre el filder y una mujer cantando


http://www.youtube.com/watch?v=KPyyawRl0Nk

era lo que sonaba, era lo que parecía

por mientras, por lo tanto


las zapatillas sobre la mesa

el filder del destino de Abel Quezada, marcando también los tiempos de las carreras; y los desencuentros con la música


aunque Margie Bermejo siga cantando Azul a sólo algunos pares de oidos, privilegiados, presentes


acaso pudiera haber más, pero parece suficiente ahora

que cada paso resulta la mar de importante

lo de las carreras son contra el destino o contra la malversación orgánica o para guarecerse de la lluvia

uno, que sigue buscando

domingo, 19 de febrero de 2012

tien

le chien, sin correa

http://www.youtube.com/watch?v=VyrbcqRSozY


feed://www.proceso.com.mx/?feed=rss2&cat=50

 11.- Habla Drácula
(Mínimo homenaje a Bram Stoker
–1847-1912– en su centenario)
–Y la estaca que clavas en mi pecho
No servirá de nada.
La madera se pudre
Y yo soy inmortal,
Como tu sed de sangre
¿No lo sabías?

JEP


andaluz, no sé, pero lo imagino

 comenzaba con lo obvio, al menos para él.  el cine y lo que le ha dejado.  para empezar con los colores básicos: el negro y el blanco.  lo demás, lo puso un rostro.  inolvidable.

 luego siguió escribiendo, o reencontrando hilos sueltos.  cabos que le regalaba la ensenada de su peninsula embragada en caracoles y miel.  no pedía nada, el cabrón.




 luego. lo de más, fueron los cuadros sueltos enhebrados y vueltos a plantear del pintor de Amealco que siempre fue del alma.  con rostros cuerpos paisajes y ventanas y animales gustosos.  para qué mas.  como afirmación, no como pregunta.

 Ahora las cintas vibraban, como que daban brillo a lo que había pasado, pero también, es cierto, a lo que estaba pasando.  En aquel cuarto que parecía enorme.  Y en ese cuerpo, algo diferente que hace dos, tres años.  Lo sabia.  En cada generación sucedía.  En todos los ámbitos.
Pero el que le interesaba era el aire.  Por ejemplo. No sabía de donde le venía esa idea, pero la tradujo, firme, una mañana.
Más que nada.  Buscaba un karma.  Creo.  O no.  Nada más lo imaginaba.
Esto tampoco era una película.  Aunque hubiera ido a ver El Artista al dia siguiente.  Igual que dos dias antes, casi por casualidad, Ravi Shankar se materializó en la materialidad reconstruida de Harrison, el músico, por Scorsese, el cineasta.


 Lo demás, uno puede acomodarlo como quiera o como mejor plazca.  Es como estar en una plaza comercial y tomarse una foto, enorme, con lo mejor del dia, pensó.  Y en una de esas acertó.  No en balde sigue los oxcuros dominios de la voz.  Aunque en realidad era un dolor que le acicateaba. Era lo que le gustaba pensar.  Lo demás, era suficiente con una mirada.  Voltear a todos lados y solo ver el rojo de la palabra LOVE como en submarino de concreto y acero, con el retumbo de la maquinaria en música suave.  Saberse comprendido.  O no.

embarrado en esa música, en un salón dorado,






Se trataba, en realidad, de compaginar sus días sin sol con las luminosas tardes en que se encierra, provocándose a si mismo, para después, salir, desesperado a la calle, a buscar el pan o la señal necesitada

Seguir buscando en ese lindo paisaje la mejor forma de sobreponerse, de amar, de estar enamorado y ser deseado, de ardir, corriyendo
 
 Las cosas que sugieren las amistades.  Sin saberlo.  Quiero suponer.

domingo, 29 de enero de 2012

brillos






busco, sin encontrar todavía,

Así va lo que voy escribiendo, poniendo, desalambrando

No olvido los primeros surcos, las primeras zanjas, las viscisitudes originarias con el embadurnamiento de la lengua, en cada claro un rizo, una inexplicable floración vernácula y ya elaborada como un ensueño, como una borra en el frio aire de la madrugada viendo el campo y escuchando cada sonido de ese bosque

Entonces, calladamente se despliega a si mismo

http://www.facebook.com/note.php?note_id=2517485704622

no sé si se valga o si se pueda

el caso es que permanece de ese modo, firme y sincera

la flotación biunívoca de su querer estanciarse y su desparramarse la leche almendrada de su vino, o de se crema: lo que brotara primero

La pregunta es cómo poner los signos de interrogación, un pinche domingo como diría Jaime Lopez. Porque lo dice y porque efectivamente se trata de marcar, con signos. No sólo eso, pero si cierto…

podemos ir de Prada a Angelopoulos a Merkel a Fidel Castro
siempre es posible hacer caber en un jarrito lo que pueda acomodarse y más

Dice, por ejemplo, Fidel Castro, que la fruta madura no ha caído en el seno del imperio

O que Lisbeth Salander sigue por ahí

Pero antes, del dragón, las palabras de nosotros:


ESTE DOMINGO NO ERA MÁS QUE SEGUIR ESCARBANDO EN LA TIERRA DE UNO, COMO SI NO HUBIERAN PASADO YA, CALAMIDADES, EXTREMANDO EL DOLOR DE LOS LÍMITES Y LO POCO QUE REALMENTE HEMOS CAMBIADO (O CUÁNTO)


Alfonso Reyes en la Tarahumara

La Redacción

Ayer, 07:51 p.m.

A Lidia Cacho y a la memoria de Miguel García-Posada

“Han bajado los indios tarahumaras,/ que es señal de mal año y de cosecha pobre en la montaña./ Desnudos y curtidos,/ duros en la lustrosa piel manchada,/ denegridos de viento y sol,/ animan las calles de Chihuahua,/ lentos y recelosos,/ con todos los resortes del miedo, contraídos, /como panteras mansas./ Desnudos y curtidos,/ bravos habitadores de la nieve/ –como hablan de tú–,/ contestan siempre así la pregunta obligada:/ –“Y tú ¿no tienes frío en la cara?”/ Mal año en la montaña,/ cuando el grave deshielo de las cumbres/ escurre hasta los pueblos la manada/ de animales humanos con el hato a la espalda…”
Escrito y publicado en Buenos Aires (1934), “Hierbas del Tarahumara” es un poema insólito en la producción de Alfonso Reyes. Leerlo hoy sobrecoge por dos razones: la permanencia de la tragedia en esa región fundamental de México y la imposibilidad de verdadero contacto entre dos países que jamás han llegado a formar una verdadera nación. Reyes no logra trascender las rejas de su tiempo y su medio. Si bien puede ver en los indios “otra belleza que la acostumbrada” es incapaz de desanimalizarlos, de considerarlos sus auténticos semejantes.
Releer y ampliar el canon

El desastre del hambre y la sequía nos da paradójicamente la oportunidad de enfrentarnos a la poesía de Reyes. No sabemos qué hacer con ella ni siquiera ahora que tanto vuelve a hablarse de él, aparecen muchos libros nuevos y se inicia la publicación de su Diario. Reyes está en la misma posición de su contemporánea Gabriela Mistral. Ambos quedan entre el modernismo y la vanguardia, entre Rubén Darío y Pablo Neruda, y no son ni una cosa ni otra. De allí también provienen su interés y su singularidad.
Para releer a nuestro clásico es preciso ampliar el canon de su poesía con la inclusión de sus poemas en prosa, sus versiones poéticas, sobre todo La Ilíada en versos modernistas, y de aquellos textos que carecen de solemnidad en su tono y de un propósito serio. Es decir, lo que en inglés llaman light poetry. La poesía, entre otras muchas cosas, es un juego. Negarle el título de poeta a Reyes porque a veces escribió de manera desenfadada, sería como impugnar la lírica de Quevedo porque no siempre hizo poemas trágicos y dolientes.
Reyes se aparta muchas veces del tono dominante en el siglo pasado. No cierra los ojos ante los aspectos dolorosos de la existencia pero es sobre todo un poeta de la alegría y de todas las cosas que hacen menos intolerable nuestra vida. Casi niño, en Monterrey, elige la veta parnasiana y gracias a ella tiene su primer acercamiento a la Grecia clásica. A los 16 años, en “De mi prisma” (“Nadie invoque a la musa de ceño rudo…”) ya están la afirmación gozosa, el erotismo –aspecto el menos estudiado de su obra– y el afán democrático de no oponer lo culto a lo popular sino hacer que se enriquezcan mutuamente.
La armonía de los contrarios

“De mi prisma” es un soneto. Reyes empleará hasta el final esta forma que viene del siglo XII y en las poesías occidentales se ha mostrado como un vehículo durable y dúctil, capaz de absorberlo todo. Aparece junto con la rima, expresión de la idea de que en el universo todo se corresponde y debe buscarse la unión, la armonía de los contrarios. La rima incita a la sorpresa y a lo inesperado, obliga al poeta a decir lo que ignoraba.
El influjo de Pedro Henríquez Ureña transformó a esa inteligencia literaria en la mente de un gran ensayista capaz de producir a los 21 años Cuestiones estéticas. La década de exilio en España, tan dolorosa para la persona, fue un beneficio para el escritor. Gracias a ella logró una prosa que no intenta remedar los usos tradicionales y tiene ya un matiz y un tono mexicanos. Releyó el Siglo de Oro en una operación que podemos llamar “poscolonial” y sus relaciones personales con la cultura viva de aquella España fueron importantísimas para traer al México de Cárdenas a los intelectuales y científicos republicanos.
La aparición del versículo

En Madrid (1916) Reyes escribe “El descastado”, nuestro primer poema en versículos. Es absurdo llamar “versito” al verso largo y proliferante que desborda todas las leyes y se sustenta nada más en su ritmo interno. En el libro casi desconocido de Ricardo Jaimes Freyre, Leyes de la versificación castellana, se dice que lo inventó san Jerónimo para dar una idea aproximada en latín de la forma hebrea. La primera traducción mexicana de Walt Whitman se la debemos, como tantas otras cosas regateadas, a Amado Nervo, cercano amigo de Reyes.
En los países católicos, que desalientan la lectura de la Biblia como hábito protestante, la forma de ir más allá de las restricciones métricas no fue el versículo sino el poema en prosa, el subgénero más libre de la poesía. Puede ser lírico, narrativo, ensayístico o dramático. En Cartones de Madrid (1917) se aprecia nítidamente una prosa nunca antes escrita en México. Casi nadie supo apreciarla porque no sabían definirla. Esta escritura híbrida, mixta, mestiza se expresa también en Calendario en que Reyes se despide de un Madrid al que nunca volverá.
Durante su etapa sudamericana escribe sus mejores poemas en prosa: “La caída” y “La catástrofe”. El primer texto de su regreso al país es “Palinodia del polvo” (1938), imprecación contra el desastre ecológico del Valle de México y contra “los desecadores de lagos, taladores de bosques, ¡cercenadores de pulmones, rompedores de espejos mágicos!”
Una tragedia mexicana

Es difícil pasar de aquí al Reyes de Ifigenia cruel. En apariencia escribir en l924 y desde Madrid una obra de tema griego es un acto de evasión ante la tragedia mexicana, otra larga guerra civil que ha causado también centenares de miles de muertos. Reyes no escapa de nada, se apoya en un mito griego para afrontar el íntimo desastre, que dominó su vida entera: el fin del general Bernardo Reyes en el ataque al Palacio Nacional el 9 de febrero de 1913.
El siglo XX contempló la muerte de muchas cosas, entre ellas el asesinato del padre identificado con el poder, la ley, la arbitrariedad, la coerción, lo antiguo que no deja crecer a lo nuevo. Reyes, caso único, venera al padre al grado de no ver en él ni mácula ni error, sólo destino trágico. Mediante este poema escénico Reyes propone cerrar el ciclo sangriento de las venganzas en que la única manera de hacerse del poder es asesinar a quien lo ostenta y así sucesivamente. Para ello elige un verso sordo que renuncia a la abundancia rítmica del modernismo y busca algo semejante a la nueva música de Stravinski, por completo opuesta a la sonoridad tradicional.
Su versificación áspera y sin concesiones es tan extraña hoy como hace 90 años, cuando el teatro rimado de Eduardo Marquina y Francisco Villaespesa alcanzaba gran éxito de público. Dice Orestes en Ifigenia cruel: “¡Raza vencida de la tierra:/ Reconoce a tu domador!/ ¡Tú que temblabas, gusanera aplastada, / bajo los siete días orientales de la creación!/ Tú que apenas usabas como alma/ un escozor de pánico,/ y que desfallecías, heredera/ de todos los pavores animales…”
La otra vanguardia

Esta experiencia con un verso que, como la prosa juvenil de Reyes, ni se había escrito ni se volvió a escribir en español, lo facultó para contribuir a nuestra otra vanguardia, la que se aparta de los modelos franceses para aproximarse a la new poetry norteamericana. Engendró en nuestra lengua lo que difusamente hemos llamado “prosaísmo” o “coloquialismo”, algo que ya estaba en la experiencia modernista gracias a las “Gotas amargas” de José Asunción Silva y el Darío de la “Epístola a la señora de Lugones”.
Víctor Rodríguez Núñez prefiere el término “poesía dialógica” para algo que va más allá de lo prosaico y de lo coloquial. En este sendero Reyes escribe “Hierbas del Tarahumara” y diez años antes, en l924, “Golfo de México”, un poema que contiene imágenes de Veracruz y de La Habana. En la parte jarocha aparece una figura de lo que entonces era la actualidad: “Herón Proal, con manos juntas y ojos bajos/ siembra la clerical cruzada de inquilinos; / y las bandas de funcionarios en camisa/ sujetan el desborde de sus panzas/ con relumbrantes dentaduras de balas”.
¿En qué forma conciliar este otro Reyes con el poeta leve que juega con aquella parte de la cotidianidad que creeríamos excluida de la poesía si no la hubieran practicado tres maestros y modelos inmediatos de Reyes: Lope de Vega, Sor Juana y Mallarmé? Un solo ejemplo, una décima para enviarle una foto a Salvador Novo: “Amistad intermitente/ ha llamado Salvador/ a la de un viejo escritor/ que se aísla de la gente./ Sea Salvador clemente/ y considere el ingrato/ que la vida es breve rato/ para la pluma glotona/ y a cambio de la persona/ guarde consigo el retrato”.
Homero en Cuernavaca

Entre los muchos malentendidos que marcan nuestra relación con el Reyes poeta, quizá no hay un desenfoque mayor que el fraguado en torno de su Ilíada, trabajo ya de su etapa mexicana y la penúltima década de su vida. No intentó una traducción como la de Luis Segalá y Estalella, la más leída durante muchas décadas, ni como la reciente de Rubén Bonifaz Nuño. Quiso hacer un poema basado en la primera parte del libro que funda toda la literatura occidental , un traslado no de una palabra a otra palabra, de un sentido a otro sentido, sino de una poesía a otra poesía. La Ilíada modernista de Reyes es en sí misma un gran poema que añade a nuestra lengua algo que no estaba en ella y nos hacía mucha falta.
El diálogo con Homero tiene un efecto colateral inesperado, un libro de light poetry en que Reyes baja a la Cuernavaca de entonces, tan distinta a la que nos duele ahora, a los personajes homéricos. Reyes lo define como un recreo en varias voces prosaico, burlesco y sentimental, ocio o entretenimiento: “A Cuernavaca voy, dulce retiro,/ cuando, por veleidad o desaliento,/ siento el afán de interrumpir el cuento/ y dar a mi relato algún respiro/… Ni campo ni ciudad, cima ni hondura,/ beata soledad, quietud que aplaca,/ o mansa compañía sin hartura./ Tibieza vegetal donde se hamaca/ el ser en filosófica mesura…/ ¡A Cuernavaca voy, a Cuernavaca!”.
Del romance al soneto

Otra región de su poesía que merece un análisis detenido son los romances, una forma típica de la lengua española que, a diferencia de la décima, en México no ha tenido mucho eco en la poesía culta. Desde hace mucho tiempo se volvió casi exclusivamente popular y dio su forma al corrido, ahora sobre todo narcocorrido. El romance es de una fluidez incomparable y su ritmo octosilábico lo hace singularmente apto para contar historias. En vano los poetas cultos en todas las lenguas romances han tratado de imitar el hexámetro latino (cinco dáctilos más un troqueo o espondeo). Hasta en el mismo Darío suena antinatural (“¡Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!”) porque en castellano las dieciséis sílabas quedaron partidas en dos versos. El romance octosilábico es por tanto nuestro hexámetro partido y perdido. Una vez más lo culto se funde indisolublemente con lo popular.
En las notas finales a sus Romances del río de enero (es decir Río de Janeiro) escribe Reyes: “El romance nos transporta a la mejor época de la lengua, trae evocaciones tónicas: la lengua, desperezada, ofrece sola sus recursos. Además –ventaja clara para aprovecharla ahora mismo– el romance deja entrar en la voz cierto tono coloquial, cierto prosaísmo que se nos ha pegado en esta época al volver a las evidencias”.
En Constancia poética, tomo de sus Obras completas, su testamento y despedida de 1959, Reyes designó “Jornada en sonetos” a los escritos entre 1912 y 1956. La infinita variedad de esta forma permite ver los muchos poetas que coexisten en él. Por ejemplo la voz del juego y la sonrisa contrasta con el tono grave y resignado de “Visitación” (1951): “–Soy la Muerte –me dijo. No sabía/ que tan estrechamente me cercara,/ al punto de volcarme por la cara/ su turbadora vaharada fría./ Yo no intento eludir su compañía:/ mis pasos sigue, transparente y clara/ y desde entonces no me desampara/ ni me deja ni de noche ni de día./ –¡Y pensar –confesé– que de mil modos/ quise disimularte con apodos/ entre miedos y errores confundida!/ “Más tienes de caricia que de pena”,/ eras alivio y te llamé cadena,/ eras la Muerte y te llamé la Vida.”
Aclaración. Es un error haber dicho en el pasado “Inventario” que Los indios de México no han tenido reimpresiones. Marcelo Uribe, director de Ediciones Era, informa que, por el contrario, y por fortuna, los volúmenes individuales se han publicado una y otra vez desde su aparición.
JEP